Fuimos una breve combustión espontánea.
No dejamos cenizas porque
antes de arder, sabíamos que no podíamos dejar que el fuego nos tocara. Pero no
podíamos detenerlo, el incendio consumió el tiempo y dijimos «hasta nunca»
cuando nos moríamos por decir «hasta mañana».
Y ahora, como estrellas, ardemos a años luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario