¿Te acuerdas de aquella vez que
escribiste mi nombre en la arena de la playa? Acababas de salir de trabajar y todavía
tenías las manos sucias de pintura. Te olvidaste de lo cansado que estabas y fuiste
corriendo a la playa. Dijiste que fuera, que era urgente, que necesitabas enseñarme
lo más increíble que habías visto nunca. Y escribiste mi nombre.
¿Cómo te fuiste tan rápido
después? ¿Fue el viento lo que borró mi nombre de la arena? O quizá fuera la
marea. Sí, fue la marea. Me llevó en forma de pequeños cristales al fondo del océano.
Allí, bajo el agua, mi nombre se
distrae contemplando la danza de colores cuando al atardecer el sol, siempre
puntual, baila con las olas. Le recuerdan a los colores de tus manos, cuando un
día, bailando sobre la arena, me escribieron.
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